TINIEBLA

(Con mi agradecimiento a Eliza Rodríguez por rescatar este poema que escribí en el 2001)tinieblas

 

Ilumina mi camino,

préstame una candela, un cirio,

una luna llena,

la estrella que nunca vimos.

No dejes que me pierda por buscar tu boca en el vacío.

Llévame lentamente de tu mano,

como un niño hacia un parque,

donde juegue con el destino.

Protégeme del frío con tu aliento,

con tu pecho.

Y deja que nazca dentro de mí la luz,

porque ya no vivo.

 

Ángel Descalzo Fontbona

SONETO DE LA DAMA DEL ABANICO

DAMA CON ABANICOSe aferra el estribillo en su cadera,

cuando el abanico besa un aliento,

el pie derecho desliza con tiento,

como el agua acaricia la ribera.

Lenta, la cadencia no desespera,

la llegada del sutil movimiento,

cual hoja llevada por el viento,

elegante baila la danzonera.

Llegas hasta mí mientras habla el violín,

puntual tu mano acude a mi rescate,

tu casa es un danzón, tu alma mi fortín.

Mi vida no admite ningún debate,

Danzonera, te juraré amor sin fin,

al final del montuno, en el remate.

Ángel Descalzo, 4 de agosto de 2013

360º (Microrrelato surrealista)

sirena-copenageLa sirena cautiva vomita pulpos de siete patas en la taza del váter, el miedo no sabe de matemáticas.

Tras un estruendo, la concha se abrió y un ejército de langostas de una pinza, irrumpió para zafarla del único eslabón de su cadena.

Nadaron toda la noche, hasta que se creyeron a salvo, la esperanza había hecho novillos en sus clases de geografía.

 

TAHÚRES DE BATA BLANCA (microrrelato)

El cabo Hopkins repartía las cartas con la izquierda. No importaba, al fin y al cabo en el hospital de campaña, los tahúres tuvimos que dejar abandonado nuestro manual de estilo junto a su mano derecha sobre la cárdena arena de Omaha Beach.

Ligábamos los juegos, gracias a una colección de cromos de las más hermosas Pin-ups.

En Las Vegas nunca conocerán el placer de ganar una partida, con un póker de Betty Grables.

 betty grable

FOROS, DANZONES Y PUERTOS.

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Una extraña sensación de vacío me inundó, mientras la camioneta enfilaba la carretera en dirección a Xalapa, la que nos llevaría de vuelta a la Puebla de los Ángeles.

Atrás quedaron tres inigualables días; de Fórum, de Danzón y de Puerto, en los que tuve la oportunidad de asistir a un derroche de sabor, de elegancia y de belleza.

EL SABOR DEL FORO.foro-romano

Para los antiguos romanos el forum, era la plaza en donde se trataban los negocios públicos y donde el pretor celebraba los juicios. Al entrar en el gran espacio que ofrecían los Salones Ulúa del World Trade Center de Boca del Río, tuve la sensación de acceder al mismísimo foro de la Roma imperial, o de mi añorada cuna, la Tárraco Scipionum Opus. El ordenado bullicio que recorría el piso del salón, no tenía nada que envidiar al que, dos mil años atrás se desarrollaba en las urbis a orillas del Mare Nostrum. Abrazos, besos y sonrisas, se mezclaban con naturalidad a ritmo de once tiempos, con las conversaciones que se exponían, de palabra en las mesas y de movimiento en la pista.

El negocio que se trataba en este foro, no tuvo discusión, ni regateo, las manos se estrechaban fundidas, sabedoras que el fin común que se buscaba era la felicidad, el goce, el dejar que la noche acogiera con su manto a todos los presentes y nos transportara a un lugar en el que espacio y tiempo tomaron su asueto.

El pretor que dirigía el foro, esta vez cambió la toga de juez, por el smoking de anfitrión, casi dos metros de amable sonrisa que a nadie le fue negada, siempre tuvo tiempo de detenerse para regalar su cordial presencia a patricios y plebeyos.

El domingo el foro cambió su ubicación, reventó su techo para dar entrada, primero al sol y más tarde a las estrellas, en el zócalo de Boca del Río. El aroma a perfume y charol de las noches anteriores, se transformó en fragancia a flores y a sal. El baile se trocó húmedo, mostrando nuevos matices que enriquecen el universo danzonero. Ese aroma a sal húmeda, se fue convirtiendo en sabor, hasta colmar las papilas de los danzantes, hasta henchir mi sentido y es ese el recuerdo que caló más profundamente dentro de mí. El foro me supo a sal húmeda, el sabor del Fórum tiene la esencia del mar.

LA ELEGANCIA DEL DANZÓNDANZON VERACRUZ

Mucho se ha hablado y escrito sobre la elegancia, y no voy a ser yo quien siente cátedra sobre este asunto, entre otras cosas porque no tengo ni los conocimientos, ni el caché suficiente, para meterme en estos berenjenales. Sin embargo hay algo en lo que siempre he creído. Si bien la elegancia es subjetiva, hay una serie de valores que nos hacen apreciar, la distinción, el garbo, el atractivo en lo que se nos presenta delante y, a mi modo de ver, el danzón reúne cada uno de esos calificativos.

En Boca del Río, tuve la oportunidad de disfrutar las diferentes maneras de crear la elegancia a ritmo de danzonera. Los movimientos de las parejas evolucionando por la pista, la particular danza de los abanicos, el matemático respeto a los compases, formaban un atmósfera redonda, en la que lo vulgar quedó al margen, lo prosaico no tuvo cabida en ese espacio, sólo participaron las diferentes elegancias, las que crearon las jóvenes jarochas, con los maduros tapatíos, las que compusieron los maestros oaxaqueños y los alumnos norteños, las que disfrutaron todos los venidos de cada rincón de la república, y hasta incluso las que intentamos plasmar los que llegamos allende los mares.

Algo aprendí en esos días de danzón en Veracruz, que quedará grabado a fuego en mi memoria: la elegancia no es patrimonio de nadie, pero el danzón es patrimonio de la elegancia.

LA BELLEZA DEL PUERTOpuerto veracruz

Qué voy a decir yo de un puerto, que nací en uno. Amo los puertos, los colores, los sabores, los olores, hasta sus hedores, forman parte de mi vida. Veracruz es mi válvula de escape. Para un costeño como yo, no es siempre fácil vivir a dos mil metros de altitud, por eso cuando en este viaje llegaba a Veracruz, se activaron en mí una serie de resortes que se mantienen agazapados en el altiplano. Mi corazón empieza a bullir al sentir los primeros olores a sal yodada y vuelvo a ser el niño que jugaba entre estibas y sogas de amarre.

Así fue como lo sentí ese fin de semana, y es que Veracruz me regala esas sensaciones, como la de sentirme en un mundo cosmopolita, donde no se pregunta por el color del pasaporte. El danzón tiene esa misma propiedad, y así lo pude corroborar en Boca del Río, nadie se siente extranjero en el universo danzonero. El danzón es cosmopolita, porque nació cerca del mar, porque nació mestizo. Por eso bailar danzón en Veracruz, y que me perdonen los del interior, aporta ese plus a la danza que regala la orilla del mar, que regala en fin, la propia belleza de la costa jarocha.

Una extraña sensación de vacío me inundó, mientras la camioneta enfilaba la carretera en dirección a Xalapa, la que nos llevaría de vuelta a la Puebla de los Ángeles.

Atrás quedaron tres inigualables días; de Fórum, de Danzón y de Puerto, en los que tuve la oportunidad de asistir a un derroche de sabor, de elegancia y de belleza.

Ángel Descalzo, 14 de mayo de 2013.

LA HIJA DE JUAN SIMÓN

(Pidiendo permiso a Don Antonio Molina)

antonio molina

El cementerio de mi pueblo tiene dos caras que no se conocen, y no es porque estén enemistadas, o es que no tengan ganas de tratarse, no. Simplemente es que el cementerio de mi pueblo, es como muchas personas; tiene una cara amable, limpia, iluminada y llena de fragancias. La otra es triste, descuidada, gris, hedionda y umbría.

Están separadas por un muro, que al igual que los cipreses que rodean todo el camposanto, pareciera treparse hasta el mismísimo cielo, pero con diferentes categorías, como en el tren. La pared que mira al norte, desconchada, plagada de musgo y rotulada con gritos de desesperación. La del sur, blanca encalada que duele en los ojos cuando en los mediodías, los rayos del sol, se dejan caer sabedores de su brinco hacia todos los rincones, cargados de una renovada energía.

El cementerio de mi pueblo, sólo tiene un enterrador, que atiende por obligación el sur y desatiende por precepto el norte. A pesar de eso Juan Simón, en horas libres, siempre procuró regalar unas gotas de su sudor a los suyos, a los que mueren hambrientos de esperanza.

Esta tarde Juan Simón entró por la puerta del norte, empujando con dificultad el carro que llevaba acostada la razón de las lágrimas que derramaban sus ojos. La hija de Juan Simón se fue pidiendo perdón con su mirada, se fue porque no pudo, se fue porque no hubo, se fue porque nació tras la puerta del norte y a las enfermedades, en mi pueblo, se les enseña la salida con unas monedas.

El enterrador cantaba con lamentos de seguidilla, con cada golpe de pala que clavaba en la tierra pedregosa, no permitió que nadie le ayudara, no permitió que nadie le acompañara, en soledad realizaría su labor esa tarde, y así fue, pero antes de depositar su dolor en el hueco de la tierra, cortó un mechón del negro cabello de su hija y lo guardó entre tiritones en su pañuelo.

Cuando la última palada de tierra culminó la sepultura que jamás quiso cavar, su cabeza apuntó al cielo, con las mandíbulas apretadas y temblorosos puños cerrados.

Juan Simón no se fue a casa, rodeó la tapia del cementerio hasta la puerta sur, esta vez no pidió permiso a las santas ánimas para entrar, ni se persignó delante del gran crucifijo de piedra que preside el panteón. Se dirigió hacia el olivo que se eleva en mitad de la plaza central del cementerio, donde él se sentaba junto al sudoroso botijo a liarse un cigarrillo de picadura. Allí cavó lo suficiente para entregar su pañuelo, para dejar depositado para siempre su doloroso grito de desesperanza.

El cementerio de mi pueblo tiene dos caras que no se conocen. El cementerio de mi pueblo, tiene ahora un solo ángel, para sus dos almas.

Ángel Descalzo, 7 de mayo de 2013

CON LA CABEZA BIEN ALTA (microrrelato)

(Con mi cariño, para la Plataforma de Afectados por la Hipoteca)Antique_Toilet1 (1)

 

—¡Calla y arregla de una vez la cisterna del váter, que gotea!

—Me callo, pero tu obsesión de poner la otra mejilla, la estás llevando demasiado lejos Herminia.

—No es obsesión, así nos educaron nuestros padres, siempre con la cabeza bien alta.

—No se lo merecen Herminia, no se lo merecen.

—Tienes razón, pero aunque no se lo merezcan, entregaremos la casa como Dios manda.

—¡Ay! ¿Por qué se nos ocurrió firmar el dichoso aval?

—No me vengas con esas ahora Remigio, sabes perfectamente que por nuestros hijos, lo volveríamos a hacer.

Ángel Descalzo, 13 de Abril de 2013

¿LOS RECUERDOS?… CON SIFÓN POR FAVOR.

sifonHay imágenes, incluso escenas completas, que se esculpen en la memoria a golpe de cincel, y permanecen allí, inmunes a la erosión del almanaque. No son recuerdos de esos con los que nos despertamos cada día, como la primera vez que nos enamoramos, no. Pero son de los que a pesar de los años que transcurren, están siempre ahí, agazapados, a la espera de un pequeño estímulo que los hace aflorar.

Un sonido, un olor, una palabra, pueden ser el detonador para que, acompañados de fanfarrias y timbales, hagan una entrada triunfal en nuestro consciente…

Una de esas evocaciones, en mi caso, es el sonido del sifón de soda, el gorgoteo del líquido emanando por la boquilla; la perfecta onomatopeya del silencio, es el resorte que me traslada, a mi infancia, de la mano de mi tío Luciano, al bar del Maño.

Entrar en esa tasca, suponía para mí, el mismo efecto que me proporcionaban las aventuras de Los Cinco, a Enyd Blyton le debo mi amor por la lectura.

Era ingresar en un universo fascinante, asombroso, en el que se mezclaban los olores pringosos, con las blasfemias persignadas, las toses de picadura liada y la falsa carcajada de algún corazón roto.

Mi tío Luciano, que era respetado por todos los que acudían a aquel centro de refugiados del porvenir, me llevaba de la mano hasta alguna mesa, no siempre era fácil encontrar una libre, en ellas se prodigaban épicas timbas de tute, en las que se cantaban las cuarenta, con naipes barnizados en mugre, donde los grasientos y ajados dedos de los tahúres, quedaban aferrados como garrapatas ebrias de sangre.

Uno de aquellos personajes, ejercía en mí una atracción casi reverencial, José Ribelles Granados, por todos conocido como Toro Sentado.

Toro Sentado era el prototipo de estibador portuario, pero a mí me parecía estar delante del auténtico Long John Silver en su taberna de Bristol. La diferencia es que este pirata no tomaba ron amorrado a la garrafa, el mío se emborrachaba con vermut rojo, por supuesto con sifón.

Nunca supe a ciencia cierta, el porqué de su apodo, unos decían que por el tono cobrizo de su piel, otros aseguraban que porque cuando se anegaba de alcohol, declamaba en el lenguaje de los sioux, ya que nadie le entendía, pero los más atrevidos, juraban en voz baja, que el sobrenombre se lo habían puesto por los cuernos que le pintó su mujer, cuando se fugó con un marinero polaco. Toro Sentado tenía en su mirada esa mezcla de dureza y melancolía, propia de los antihéroes, ese sabor intensamente amargo, de los que han vivido mostrándole la dentadura al mundo y escondiéndole el llanto a su soledad.

A Toro Sentado le enterraron el mes pasado, se fue de este mundo de viejo, pero se había muerto hace muchos años, cuando lo bautizaron con el apodo del jefe indio, cuando se dejaba el futuro en las mesas del bar del Maño, cuando a chorro de sifón en el vaso de vermut rojo, escondía la herida profunda de la traición.

En mi memoria siempre será mi Long John Silver particular, la mirada dura y melancólica que me sirve de inspiración cuando imagino el antihéroe de mi próxima novela.

No tengo vermut rojo para poder brindar por todos los personajes del bar del Maño, por mi tío Luciano que me abrió la puerta de ese mundo, pero tengo sifón, y cuando accione la palanca para llenarme un vaso, escucharé esa música evocadora, esa perfecta onomatopeya del silencio, que me transportará de nuevo a ese universo fascinante, asombroso, en el que se mezclaban los olores pringosos, con las blasfemias persignadas, las toses de picadura liada y la falsa carcajada de algún corazón roto.

Porque en mi caso, ¿los recuerdos?…con sifón por favor.

Ángel Descalzo, 10 de abril de 2013

PINALOCOTECA (microrrelato)

el caballero de la mano en el pecho—¡Y tú para de leerme la mente, maleducado! O ahora mismo te borro la mano del pecho y la pinto sobre tus ojos —susurró hacia su frente señalando con el dedo índice.

El nuevo vigilante de la sección de pinturas de El Greco, se le iba a acercar, pero un compañero más veterano se lo impidió tomándole del brazo.

—No te preocupes, cada día lo verás por aquí, ayer se creía Goya y regañó a Saturno por mirarle el escote a una turista.

Ángel Descalzo, 6 de abril de 2013

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