Cuando Andrés deslizó su dedo índice en el disparador, la realidad se detuvo para obsequiarle un instante.
—Te regalo la magia del ahora y sólo ahora—le susurró una voz justo en el momento de la toma.
Andrés no respiraba para que nada alterara el cuadro que nadie más que él iba a poseer. ¿Nadie más que él?
Sí, pero no.
En el fondo la fotografía es la generosidad del egoísta…
—Este instante es mío— se oía Andrés gritar a sí mismo—todo el mundo lo verá.
La generosidad del egoísta.
Ahí estaba una Luna voluptuosa asomada impúdica entre los campanarios enmudecidos. Y el dedo índice continuaba en su desliz de un instante regalado, egoísta y generoso.
La luz se confinó con irremediable benevolencia en la cámara de un Andrés seguro del regalo que estaba aceptando con generoso egoísmo.
Después, todo de nuevo en su funda, la Luna voluptuosa esta noche de primavera recién nacida, en su paso hacia el horizonte y Andrés sonriente camina, con el tesoro de un instante guardado en su bolsa, hasta que su egoísmo generoso lo revele, lo entregue, lo comparta. Y yo como todos lo suspire, lo sueñe, lo anhele…
Ángel Descalzo Fontbona – marzo 2019