TE INVITO

WP_20151003_20_01_49_Pro(Poema escrito especialmente para la boda de Cristina López y Nicolás Peredo)

Te invito a compartir un Fa,

No es mucho,

Pero si me dices que sí,

La nota pedirá tu sonrisa un compás completo.

Te invito a compartir un estribillo,

No es mucho,

Pero si me dices que sí,

El pentagrama pedirá tu mirada toda una melodía.

Te invito a compartir un montuno,

No es mucho,

Pero si me dices que sí,

La orquesta pedirá tu cadencia todo un danzón.

Te invito a compartir un beso,

No es mucho,

Pero si me dices que sí,

Mi corazón pedirá tu compañía toda una vida.

Ángel Descalzo Fontbona (Septiembre 2015)

ONCE PASOS (soneto)

pareja caminando - imagenes de amor - imagenes romanticas

Once pasos que me llevan atado,

amarrado al vaivén de tu cintura,

once pasos, puntuales, sin premura,

deslizando un suspiro acompasado.

 

Dibujamos un paseo marcado,

y un cuadro que no es lienzo ni pintura.

Columpios volando en la partitura,

de un danzón como un pincel soñado.

 

Desde el estribo, hasta el fin del montuno,

once pasos como soplo de vida,

como pan caliente en el desayuno.

 

Asentamos la cadencia esculpida,

al arribo de un final oportuno,

once son diez para la despedida. 

 

Ángel Descalzo Fontbona (Septiembre 2014)

SONETO DE LA DAMA DEL ABANICO

DAMA CON ABANICOSe aferra el estribillo en su cadera,

cuando el abanico besa un aliento,

el pie derecho desliza con tiento,

como el agua acaricia la ribera.

Lenta, la cadencia no desespera,

la llegada del sutil movimiento,

cual hoja llevada por el viento,

elegante baila la danzonera.

Llegas hasta mí mientras habla el violín,

puntual tu mano acude a mi rescate,

tu casa es un danzón, tu alma mi fortín.

Mi vida no admite ningún debate,

Danzonera, te juraré amor sin fin,

al final del montuno, en el remate.

Ángel Descalzo, 4 de agosto de 2013

FOROS, DANZONES Y PUERTOS.

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Una extraña sensación de vacío me inundó, mientras la camioneta enfilaba la carretera en dirección a Xalapa, la que nos llevaría de vuelta a la Puebla de los Ángeles.

Atrás quedaron tres inigualables días; de Fórum, de Danzón y de Puerto, en los que tuve la oportunidad de asistir a un derroche de sabor, de elegancia y de belleza.

EL SABOR DEL FORO.foro-romano

Para los antiguos romanos el forum, era la plaza en donde se trataban los negocios públicos y donde el pretor celebraba los juicios. Al entrar en el gran espacio que ofrecían los Salones Ulúa del World Trade Center de Boca del Río, tuve la sensación de acceder al mismísimo foro de la Roma imperial, o de mi añorada cuna, la Tárraco Scipionum Opus. El ordenado bullicio que recorría el piso del salón, no tenía nada que envidiar al que, dos mil años atrás se desarrollaba en las urbis a orillas del Mare Nostrum. Abrazos, besos y sonrisas, se mezclaban con naturalidad a ritmo de once tiempos, con las conversaciones que se exponían, de palabra en las mesas y de movimiento en la pista.

El negocio que se trataba en este foro, no tuvo discusión, ni regateo, las manos se estrechaban fundidas, sabedoras que el fin común que se buscaba era la felicidad, el goce, el dejar que la noche acogiera con su manto a todos los presentes y nos transportara a un lugar en el que espacio y tiempo tomaron su asueto.

El pretor que dirigía el foro, esta vez cambió la toga de juez, por el smoking de anfitrión, casi dos metros de amable sonrisa que a nadie le fue negada, siempre tuvo tiempo de detenerse para regalar su cordial presencia a patricios y plebeyos.

El domingo el foro cambió su ubicación, reventó su techo para dar entrada, primero al sol y más tarde a las estrellas, en el zócalo de Boca del Río. El aroma a perfume y charol de las noches anteriores, se transformó en fragancia a flores y a sal. El baile se trocó húmedo, mostrando nuevos matices que enriquecen el universo danzonero. Ese aroma a sal húmeda, se fue convirtiendo en sabor, hasta colmar las papilas de los danzantes, hasta henchir mi sentido y es ese el recuerdo que caló más profundamente dentro de mí. El foro me supo a sal húmeda, el sabor del Fórum tiene la esencia del mar.

LA ELEGANCIA DEL DANZÓNDANZON VERACRUZ

Mucho se ha hablado y escrito sobre la elegancia, y no voy a ser yo quien siente cátedra sobre este asunto, entre otras cosas porque no tengo ni los conocimientos, ni el caché suficiente, para meterme en estos berenjenales. Sin embargo hay algo en lo que siempre he creído. Si bien la elegancia es subjetiva, hay una serie de valores que nos hacen apreciar, la distinción, el garbo, el atractivo en lo que se nos presenta delante y, a mi modo de ver, el danzón reúne cada uno de esos calificativos.

En Boca del Río, tuve la oportunidad de disfrutar las diferentes maneras de crear la elegancia a ritmo de danzonera. Los movimientos de las parejas evolucionando por la pista, la particular danza de los abanicos, el matemático respeto a los compases, formaban un atmósfera redonda, en la que lo vulgar quedó al margen, lo prosaico no tuvo cabida en ese espacio, sólo participaron las diferentes elegancias, las que crearon las jóvenes jarochas, con los maduros tapatíos, las que compusieron los maestros oaxaqueños y los alumnos norteños, las que disfrutaron todos los venidos de cada rincón de la república, y hasta incluso las que intentamos plasmar los que llegamos allende los mares.

Algo aprendí en esos días de danzón en Veracruz, que quedará grabado a fuego en mi memoria: la elegancia no es patrimonio de nadie, pero el danzón es patrimonio de la elegancia.

LA BELLEZA DEL PUERTOpuerto veracruz

Qué voy a decir yo de un puerto, que nací en uno. Amo los puertos, los colores, los sabores, los olores, hasta sus hedores, forman parte de mi vida. Veracruz es mi válvula de escape. Para un costeño como yo, no es siempre fácil vivir a dos mil metros de altitud, por eso cuando en este viaje llegaba a Veracruz, se activaron en mí una serie de resortes que se mantienen agazapados en el altiplano. Mi corazón empieza a bullir al sentir los primeros olores a sal yodada y vuelvo a ser el niño que jugaba entre estibas y sogas de amarre.

Así fue como lo sentí ese fin de semana, y es que Veracruz me regala esas sensaciones, como la de sentirme en un mundo cosmopolita, donde no se pregunta por el color del pasaporte. El danzón tiene esa misma propiedad, y así lo pude corroborar en Boca del Río, nadie se siente extranjero en el universo danzonero. El danzón es cosmopolita, porque nació cerca del mar, porque nació mestizo. Por eso bailar danzón en Veracruz, y que me perdonen los del interior, aporta ese plus a la danza que regala la orilla del mar, que regala en fin, la propia belleza de la costa jarocha.

Una extraña sensación de vacío me inundó, mientras la camioneta enfilaba la carretera en dirección a Xalapa, la que nos llevaría de vuelta a la Puebla de los Ángeles.

Atrás quedaron tres inigualables días; de Fórum, de Danzón y de Puerto, en los que tuve la oportunidad de asistir a un derroche de sabor, de elegancia y de belleza.

Ángel Descalzo, 14 de mayo de 2013.

DE ABANICOS Y ZAPATOS DE CHAROL

pareja danzonLa baqueta se precipitó sobre el tenso cuero del timbal; uno… pausa, dos… pausa, tres, cuatro, cinco, seis, redoble. Giré la cabeza hacia el escenario, en el instante en que los instrumentos, como diría el maestro –descuadrados – porque para el maestro, que en eso era excesivamente puntilloso, la mayoría de orquestas, orquestinas, bandas y demás conjuntos musicales, casi siempre tocaban descuadrados; arrojaban sus primeros acordes en dirección de la pista de baile, del Salón Los Ángeles. El sonido de los abanicos se emulsionaba con los primeros compases de la música, sin desequilibrio, haciendo parte imprescindible del ritual. Basta con cerrar los ojos y escuchar los matices que componen la totalidad del conjunto. Los pies envueltos en charol, se deslizaban sobre la duela, enriqueciendo la melodía de las notas débiles y respetando con matemática reverencia, la aparición en cada compás de las fuertes. El aleteo de los abanicos acariciando los alientos de los danzantes, convertía la atmósfera en un fluido único, común, familiar, como si todos se hubieran sentado alrededor de una majestuosa olla, para compartir el mismo alimento. Las miradas, las sonrisas, los saludos con un elegante movimiento de cabeza, tienen su propio sonido, que se entremezcla silenciosamente con la melodía.

–Fíjate bien en las parejas bailando –me dijo el maestro –fíjate bien, el danzón es como las matemáticas, pero sin trigonometría, no hay ángulos, ni vértices, ni aristas que puedan rasgar los movimientos de los que se dejan llevar impulsados por la cadencia, todo se basa en la elegancia del arco y la circunferencia, respetando la métrica que se dibuja en los pentagramas de la partitura. Observa sus movimientos, se asemejan a un pedazo de mar, en el que las olas han sido trazadas con la ayuda del compás y el transportador, pero como si el dibujante tuviera principio de Parkinson, es deliciosamente imperfecto.

Mira la pareja de jóvenes que baila a nuestra izquierda, él está exhibiendo ante los demás a su compañera de baile, en el fondo hay cierto aire de provocación hacia los otros hombres, durante cuatro minutos es mía y lo muestro ante todos, él sabe que no es cierto, que durante cuatro minutos, si quiere volver a bailar con ella, deberá utilizar movimientos a gusto de la fémina. Pero ya sabes que a los hombres nos cautiva, de vez en cuando, sentirnos poderosos ante los demás… puro teatro. Ella a diferencia de su pareja, se exhibe ante mujeres y hombres, buscando ese equilibrio entre la sensualidad y la elegancia, que no siempre es fácil de conseguir, la línea que delimita lo vulgar o lo aburrido es peligrosamente delgada, si no se sabe mantener en ese punto de equidistancia, posiblemente la tachen de ramera exhibicionista. También hay un grado de envidia, si yo hubiese sido mujer, en un momento así, me hubiera gustado sentirme Rita Hayworth interpretando a Gilda, o Marilyn Monroe parada sobre las rejas de ventilación de la calle.

Al final, en el baile, llega un momento que nos quitamos la máscara y enseñamos lo que somos, lo que nos diferencia es la dignidad con que mostramos nuestros apellidos.

La orquesta danzonera, remató con el último acorde el danzón con el que concluía el baile en el Salón Los Ángeles, todos los presentes fueron desfilando hacia la salida, volví a cerrar los ojos y repasando las palabras de mi maestro, quedaron en mí dos sonidos inconfundibles, que evocan la personalidad del danzón, la melodía de los abanicos y los zapatos de charol.

Ángel Descalzo, 25 de marzo de 2013