COVIPETULANTES

 

niña radioDesde que tengo uso de razón, frase a veces tan poco real, mejor diré desde muy niño, la radio ha sido parte importante en mi vida.

Las tardes de sonido a transistor, a máquina Singer y a los comentarios de mi madre que casi nunca estaba de acuerdo con los consejos que se daban en el consultorio de Doña Elena Francis, construyeron una relación entre la radio y yo que dura hasta estas fechas y la que no creo que nunca se llegue a romper.

Echando una mirada hacia atrás vienen a mi mente muchas noches de insomnio resuelto por el sonido de los programas hablados para que, como fórmula milagrosa, me abandonara en los necesitados brazos de Morfeo.

Ahora, en estos tiempos de confinamiento, me acompaña entre otros momentos en mis paseos matinales alrededor del jardín, que por fortuna, puedo disfrutar frente a mi casa.

Esta mañana, entre otras cosas, entrevistaban a un joven que, en la madrileña tarde de ayer y viendo que se había formado una manifestación en una calle del burgués y tradicionalista barrio de Salamanca, al grito de entre otras proclamas en contra del actual gobierno español, la hermosa y mil veces mancillada palabra libertad. El joven en cuestión, al amparo de que ayer domingo fue el día internacional contra la homofobia, se sintió protegido por la, de nuevo, hermosa y mil veces mancillada palabra libertad, se enfundó su bandera arcoíris en la espalda y salió a la calle a sentirse arropado por sus vecinos.

Con voz triste, el joven explicaba en las ondas que nada más pisar la calle desde el portal de su casa, las miradas de muchos transeúntes se enfocaron hacia su silueta, envuelta en la bandera que mejor lo representa como ciudadano del mundo. De manera instantánea las miradas atónitas de los que gritaban el deseo de liberación, cambiaron el registro de sus palabras, para escupir varios improperios directamente encaminados hacia la sugerida opción sexual del joven y posteriormente la invitación a que abandonara ipso facto el espacio que estaba queriendo compartir con la tan noble e ilustre marcha.

El joven en un acto de orgullo, que en este caso fue gay, pero pudo haber sido hétero, bi o cualquier opción, siempre con la valentía suficiente o el amor propio necesario, tomó la decisión de permanecer en mitad de la calle, comenzando a ejecutar una danza entre ridícula y macabra que consiguió enfurecer más aún a la noble cofradía burguesa que transitaba por las calles del encopetado barrio de Salamanca al grito, insisto, de la hermosa y mil veces mancillada palabra libertad.

Para los covipetulantes, la libertad acaba en donde finaliza su idea de bienestar, su estatus de confort, de abundancia, de holgura, de pensamiento estrecho. Son seres que, en su mayor parte, piensan que las normas están redactadas para que las cumplan los demás, que cualquier variedad que pueda perturbar sus encajonadas y acomodadas vidas, no es aceptable, ni por supuesto, tolerado y por lo tanto debe desaparecer, al menos, de su entorno.

Cuando acabe esta pandemia, los covipetulantes aunque pierdan el prefijo, eso será la mejor noticia para todos, seguirán escupiendo sobre la diferencia y manchando en cada sílaba la hermosa y mil una veces palabra libertad.

Mi desprecio por ellos será eterno, así como mi amor y gratitud a la radio, mi libertad.

Ángel Descalzo Fontbona, mayo 2020 (año del confinamiento)

barrio salamanca