La sirena cautiva vomita pulpos de siete patas en la taza del váter, el miedo no sabe de matemáticas.
Tras un estruendo, la concha se abrió y un ejército de langostas de una pinza, irrumpió para zafarla del único eslabón de su cadena.
Nadaron toda la noche, hasta que se creyeron a salvo, la esperanza había hecho novillos en sus clases de geografía.
Descorazonador.
Y mientras veo la sirenita, recuerdo un horizonte, trás ella, matando su belleza. Para fotografiarla hay que buscar ángulos que nos hagan olvidar, meses después, ese horizonte.
A ver si no tengo que insultar… XDDDD
Tarea difícil, y diría más, creo que poco recomendable, al final somos lo que somos, incluyendo nuestros horizontes. Muchas gracias Consuelo, el relato crece con tus reflexiones.
Ni que decir tiene que las sirenas que son mitad humano mitad toro, en realidad, no son siernas sino minotauros hembra, y perogrullos a la romana.
… en reducción balsámica de statu quo…